Liverpool dominó al Madrid y sigue líder de la Champions League

El Madrid cae en Anfield con un gol de Mac Allister y otro de Gakpo que pudieron ser más de no mediar el portero belga. Mbappé, muy flojo, falla un penalti que complica el panorama Champions.

La nueva Champions se ha convertido en un suplicio para el Rey de Europa. Cayó en Anfield pese a cuajar un partido correcto, enganchado al dominio de su guardameta, Thibaut Courtois. No acudió Kylian Mbappé en el día que más se le necesitaba, sin Vini. El francés porrogó su melancolía, casi desonectado, frente a un Liverpool superior, aunque perdonó mucho y tuvo su momento crítico. Tuvo Mbappé un penalti para igualar, desvió Kelleher y allí acabaron las opciones de un Madrid que tendrá que sudar su clasificación para el play-in. Además, perdió por lesión a Camavinga. Una amarga noche europea.

Cinco partidos, tres derrotas. Esos son los números rojos del Madrid en esta Champions, tantas veces salvavidas del equipo, tras verse abatido en Anfield. El pinchazo quedará asociado a la figura de Kylian Mbappé, llamado a rescatar a un equipo que tiene a media plantilla en fuera de juego y que anduvo torpón, desangelado y, a ratos, desaparecido. Errar el penalti que pudo echarle un cable al equipo retrató lo que están siendo sus primeros pasos en el Madrid. Está a cero en los partidos grandes y esta vez no dispone de coartada: tuvo toda la banda y toda la jerarquía. Tampoco fue muy grata la compañía: impreciso Brahim, intrascendente Güler, transparente Mendy, mala defensa tras el descanso. Con un solo tiro a puerta y con el equipo vigesimocuarto, en la frontera de la eliminación, cada vez se antoja más difícil explicar que no se necesita acudir al mercado.

Arne Slot no tocó una línea de su manual. Cubrió con los irlandeses Kelleher y Bradley al ausente Alison y al tocado Alexander-Arnold y eligió al canterano Jones para el puesto rotatorio de mediapunta. Un equipo hecho para atacar y que salió a atacar, como exige su público, pero con el repliegue siempre en la cabeza. Ese ha sido el aditivo del técnico holandés a la herencia que le dejó Klopp. Se aprecia a simple vista y puede leerse en los resultados con más detalle.

Ese This is Anfield que asoma al final del túnel de vestuarios no es solo un recordatorio de la responsabilidad contraída por los locales, sino una advertencia de lo que les espera a los visitantes. Lo entendió el Madrid, que se comportó sin la pelota, de salida, como en sus mejores momentos de la pasada temporada: sacrificado, solidario, concentrado, nada permisivo. Con el balón empeoraba el panorama: pocas salidas, poca amenaza, poca precisión. Y es que los mediocentros del Liverpool son dos buenos tapones. Gravenberch, la obra de redención de Slot, muerde. Mac Allister tiene de británico algo más que el apellido. Antes del descanso los dos estaban amonestados.

La primera oportunidad del Liverpool tuvo a Mbappé en el origen. Perdió un balón tontísimo en la medular, primer síntoma de que no tenía una noche súper. El Madrid le buscó en su rincón preferido, la izquierda, para intimidar al rival pero en medio tiempo no sólo no remató, sino que apenas pisó área. Tuvo una contra ideal para sus condiciones y se dio un control largo que Bradley abortó con contundencia, arrancando el rugido de Anfield. A la carga.

El Liverpool conserva con Arne Slot el vértigo que le daba Klopp. Subió un punto el ritmo y pudo adelantarse en el marcador. Lo mereció, de hecho. Se estrelló con Thibaut, un portero que da victorias y títulos. Se hizo grande dando un paso adelante frente a Darwin, y obligó al uruguayo a esquinar tanto un cabezazo posterior que se le marchó fuera. Conste que no defendió mal el Madrid, en especial Valverde en su duelo con Luis Díaz. Pero es que tenía enfrente un equipo estupendo. El problema del Madrid fue la dificultad para alargar sus jugadas, pese a la omnipresencia de Camavinga, y a la falta de llegadas claras. Sólo tiró Arda Güler a portería, la última ganándose la regañina de Ancelotti. Cuestión de jerarquías.

No hubo cambios tras el descanso. No había motivo. Pronto los tuvo Ancelotti para mover el banquillo. Presionó más alto el Liverpool y el Madrid se enredó. Perdió tres pelotas consecutivas cerca de su área, y tanto reculó que facilitó el acoso red. Courtois hizo un milagro sacando el cabezazo a bocajarro de Bradley, sumado al ataque. Se quedó el irlandés cerca del área, esperó la circulación, devolvió la pared de primeras a Mac Allister y el Coloradito cruzó, raso, al contrapié del belga. Y no fue la única mala noticia. En el siguiente ataque del Liverpool que casi acaba en doblete de Mac Allister se rompió Camavinga, el timón del centro del campo. Entraron Ceballos y Lucas, que provocó con un recorte el penalti de Robertson. Mbappé, el hombre que igualó un imposible en una final de Mundial, tiró el penalti al sitio parable, donde Kelleher ya había detenido alguno.

El Madrid reaccionó con energía, pero se expuso a la contra. Apareció Bellingham para filtrar pases, también Brahim por la derecha, pero Salah salió a campo abierto, amagó por dentro a Mendy, se fue por fuera y arrancó el derribo de Ferland. Penalti. Ocasión para que Mo saldara alguna cuenta con Courtois. Metió el empeine total, golpeó al suelo y la pelota se marchó fuera. Volvió a intentarlo el Madrid, pero no está fino. Ni de fútbol ni de cabeza. En cambio, tras un córner, un centro cerrado al área pequeña encontró a Gakpo solo para completar el segundo. En realidad, estableció la distancia actual entre Liverpool, 15 de 15 en Champions, y Real Madrid, puesto 24. El campeón de Europa está contra las cuerdas.

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